El duelo, la pena, la tristeza por la pérdida de un ser querido es un sentimiento natural contra el que no se debe luchar e intentar que no se produzca apelando a la propia fortaleza y determinación personal.
Lo natural y más sano desde el punto de vista emocional y psíquico es sentir la tristeza y la pena por la ausencia del ser querido dejando que esos sentimientos se expresen cuando aparezcan.
La expresión de las emociones, su no represión, ayudan a la persona a avanzar en su proceso de duelo por cuanto favorecen su desahogo y la progresiva consecución del equilibrio personal alterado por la pérdida.
No existe un plazo determinado para la superación de esa tristeza y pena inicial ni es oportuno ni conveniente autoimponerse ninguno o que el propio entorno familiar lo establezca. El duelo es un proceso personal, íntimo, intransferible, directamente relacionado con el grado de relación esencial mantenido en el pasado y por ello no pueden señalarse plazos ni condiciones.
Esta indefinición temporal de un proceso que es tan íntimo conlleva que sea la propia persona la que decida “cuándo” cree que necesita apoyo y ayuda para comprender su situación y ver una manera distinta de abordar y sobrellevar su pérdida. La propia familia también puede ser una buena interlocutora al recordar al doliente la opción de ser acompañada por profesionales expertos en el seguimiento y superación de los procesos de suelo.
En todo caso, la atención psicológica puede solicitarse en cualquier momento que la persona o los familiares lo consideren necesario. Será el psicólogo quien adaptará el contenido de las sesiones al “momento personal” en el que se encuentre el doliente porque cada “momento” demanda un tipo de atención, asesoramiento y compañía.