Los niños y los velatorios

Una de las situaciones que generan dudas en torno al fallecimiento de un familiar es la de considerar o no oportuno el que los niños acudan al velatorio, funeral y entierro de un familiar.

 

Se suele argumentar que el hecho de que no vayan obedece a la buena intención de los familiares de evitarles que pasen por los malos momentos que suelen producirse en torno a los actos fúnebres.

Respecto a esta situación hay que considerar que el hecho de que los niños acudan a los actos de despedida del familiar es necesario para que comiencen a comprender la ausencia de ese familiar y el proceso de duelo que ellos también tendrán. 

La información sobre el fallecimiento de un familiar hay que acomodarla a la edad del niño/a y al tipo de relación que tenía la familia respecto al fallecido.

 

Que los niños asistan a  los ritos de despedida, acomodando horarios y tiempos de estancia, les ayuda a sentirse partícipes de la familia y de una circunstancia que les afecta a todos de manera que el niño  la niña también son receptores del afecto y cariño que se expresa en los diferentes momentos rituales.

Los niños tienen que ver, observar, sentir todo lo que ocurra en el entorno familiar para luego poder preguntar y recibir respuesta a las dudas que les surgirán.

Que el abuelo, abuela, madre o padre desparezcan de la escena familiar sin que el niño haya tenido ocasión de ver, observar y sentir lo que esta ausencia genera desde el primer momento supone hurtarle una ocasión irrepetible de sentirse partícipe de una ausencia que le afecta en su proceso de duelo personal

 

En definitiva, los niños sí tienen que participar de los ritos de despedida ajustando su presencia a las circunstancias propias de su edad pero sin que estas primen de manera que eviten cualquier contacto con lo que está ocurriendo en la familia.

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