Preguntas frecuentes
Duelo
Generales
El fallecimiento de un ser querido es una experiencia inédita para la que nunca estamos preparados. La contundencia de la muerte, el sentimiento de pérdida absoluta de la presencia, compañía, afecto y cercanía de la persona querida nos confronta con una realidad inasumible que no queremos aceptar.
Ante esta situación sí existen diferentes formas de abordarla que, si bien no eliminan el dolor por la pérdida, si nos pueden ayudar a sobrellevar el sufrimiento y avanzar poco a poco en su superación y aceptación.
El profundo dolor y la tristeza por el fallecimiento de un ser querido nos bloquean emocionalmente y solemos negar esta realidad manifestando que…”nos parece imposible”,…”no puede ser”,…”esto es una pesadilla”, ideas todas ellas que pueden arraigar y situarnos en la negación de lo que nos está ocurriendo.
Posteriormente manifestamos enfado, ira, irritabilidad que suele ser la expresión de la rebeldía ante este fatal desenlace.
Más tarde, desde la pena y tristeza ante lo inútil de ese enfado y rebeldía nos abrimos a una sensación de resignación que nos lleva a una negociación de esta nueva realidad y es previsible que padezcamos una tristeza profunda que será el paso previo a la aceptación que nos permitirá normalizar en gran medida nuestra vida.
Si bien se aprende a seguir adelante y vivir de nuevo con normalidad tras la muerte de un ser querido, la respuesta normal al duelo incluye una reaparición de sentimientos fuertes en relación con la pérdida a lo largo de toda la vida. Esto no significa que el duelo sea constante, sino más bien que hay momentos en que los sentimientos o los recuerdos vuelven a aparecer, lo cual conlleva emociones fuertes y un resurgimiento del dolor por la pérdida. Cuando se producen cambios en nuestra vida, en fechas significativas (p. ej., el aniversario de la muerte, cumpleaños, vacaciones, etc.) o frente a cualquier cosa que nos recuerde a nuestro ser querido fallecido, es natural que se activen pensamientos y sentimientos en relación con esta persona. Es importante entender que esto no significa "volver a empezar desde cero" en esos momentos, sino que esto es normal y esperable.
El Duelo es una experiencia íntima en la que no cabe compararse con otras personas que también hayan perdido a un familiar.
El Duelo, sus manifestaciones, lo definen la esencia de cómo fueron las relaciones con la persona fallecida. Si hubo mucho o poco afecto, si el familiar fallecido era o no una persona relevante, importante, transcendente en nuestros afectos.
El vacío que una persona deja en nosotros es un sentimiento único que no tiene comparación posible con otras ausencias y menos con las ausencias que puedan sentir otras personas.
El que molesten los comentarios y se huya de ellos evitando la calle es un sentimiento frecuente durante el Duelo.
Hay que tener en cuenta que si bien las personas se dirigen al doliente con afecto y buscando dar ánimos no siempre aciertan en la oportunidad del comentario dicho con la mejor buena fe.
Comentarios del tipo…”ha descansado” o “habéis descansado” referidos al fallecimiento de un familiar que ha sufrido una enfermedad más o menos larga son muy inoportunos y causan sufrimiento en el doliente porque él no ha descansado porque su familiar ya no esté.
Frases como “todavía eres joven” o “tienes que salir”, “tienes mucha vida por delante” son igualmente molestas por que el doliente no siente que ese sea su sentimiento referido a la pérdida de su ser querido y a su presente.
El mejor comentario durante el Duelo es el que no se hace si no va a ayudar y a acompañar. Se ayuda y se acompaña también desde el silencio y el abrazo.
La relación con el ser querido que se fue continúa y continuará siempre, aunque el contacto físico real ya no sea posible. El amor por esta persona sigue vivo o se hace más profundo con el tiempo, o cambia de alguna forma, aunque se construya una vida que no incluya su presencia física. Algunas personas que sufrieron una pérdida describen que realmente perciben la presencia de su ser querido o se encuentran hablando con la persona fallecida. Si ha tenido esta experiencia, puede resultarle reconfortante o no. La relación puede continuar más internamente, como cuando uno se remite a los valores del ser querido para tener una guía, piensa qué habría hecho esa persona en determinada situación o incorpora ciertas actividades en su vida debido a la influencia de quien ya no está.
Esta experiencia lo cambiará para siempre porque el sufrimiento conlleva un aprendizaje del que ya no se desprenderá. El duelo no es una experiencia sujeta a un límite de tiempo, tras el cual usted volverá a ser quien era. Si bien los dolientes vuelven a encontrar sentido y propósito en su vida, el proceso del duelo lleva a las personas a sentir que son diferentes de quienes solían ser.
El duelo es un proceso individual, en el que cada uno atiende su dolor y va elaborando el proceso a su ritmo. En este proceso lo relevante son las decisiones que se van tomando con respecto a uno mismo, a lo que le rodea y a los acontecimientos que van teniendo lugar. Una de estas decisiones se refiere a cuándo es conveniente recogerlas y qué hacer con ellas.
Mantenerse atento a lo que uno quiere hacer, a cómo quiere hacerlo y a cuándo está preparado o no para enfrentarse a ciertas circunstancias puede dar a cada persona la clave de cuándo y de qué manera quiere afrontar esta situación.
No hay ninguna urgencia ni prisa para realizar esta tarea ni hay tampoco un objetivo concreto, específico (como, por ejemplo, cambiarlo todo o retirar todo con la pretensión de ayudar a no sentir sufrimiento), se puede pensar con tiempo cómo y cuándo quiere hacerlo.
Estas tareas exigen una entereza de ánimo que no siempre se tiene en un breve plazo de tiempo. Hay que hacerlas cuando uno se sienta fuerte y capaz incluso para afrontar el inevitable sufrimiento que genera.
Sí, es oportuno que los nietos acudan a los ritos de despedida de sus abuelos. Es importante que los niños identifiquen y expresen las emociones que se producen en los diferentes momentos de la vida y la muerte es uno de ellos.
Por razones de edad y de comprensión los niños deben recibir la información acomodada a su edad y en los términos que les resulte comprensible pero sin ocultar la realidad de la despedida. Los nietos son y deben sentirse miembros activos de la familia también en los momentos de sufrimiento. Hacerlo así les ayudará a elaborar su propio Duelo.
Cuando debemos asistir a un funeral o dar el pésame a alguien cercano que ha perdido a un ser querido, con frecuencia sentimos dudas sobre qué debemos decir en esa situación, qué palabras son las más adecuadas para que esa persona se sienta mejor.
En esos momentos lo más importante no son las palabras si no el abrazo, la cercanía, el transmitir apoyo y afecto desde la presencia respetuosa y llena de cariño. El silencio es mejor que la posible inoportunidad de un comentario que, hecho con absoluta buena fe, puede resultar vacío y sin sentido para quien siente un dolor tan intenso.
No debemos decir aquello sobre lo que dudamos y sustituir esas palabras por un fuerte abrazo y nuestra presencia. Es suficiente y el afecto llega con mayor calado.
No dude en comunicarnos cualquier pregunta o duda sobre la forma de afrontar el Duelo por un ser querido. Tenga confianza en que será atendido con el respeto, sensibilidad y delicadeza que su situación personal requiere.
Antes de realizar cualquier gestión asesórese por profesionales en la materia, ya que los trámites que se lleven a cabo pueden acarrear consecuencias no deseadas.
Lo primero que se necesita es obtener el certificado médico defunción, para lo cual es muy importante disponer del Documento Nacional de Identidad de la persona fallecida.
Contacte con la funeraria y su personal se encargará de los primeros trámites. Después deberán decidir otras cuestiones importantes, como si desean realizar enterramiento o incineración. El personal de la funeraria les explicará todas las opciones.
Ante esta situación sí existen diferentes formas de abordarla que, si bien no eliminan el dolor por la pérdida, si nos pueden ayudar a sobrellevar el sufrimiento y avanzar poco a poco en su superación y aceptación.
Producido el fallecimiento, no se podrá realizar la inhumación o cremación de un cadáver antes de veinticuatro horas ni después de las cuarenta y ocho posteriores, salvo circunstancias especiales.
Es un proceso de aproximadamente tres horas mediante el cual el cuerpo es reducido a cenizas por medio del calor. Las cenizas resultantes son colocadas en una urna y se entregan a los familiares.
El certificado de defunción, que se emite por el Registro civil del lugar del fallecimiento, es el documento que acredita el fallecimiento, lugar, fecha y demás datos de filiación del fallecido. Es necesario, tanto para iniciar los trámites de de la herencia, como para solicitar pensiones, dar de baja en organismos, etc.
Es el documento que acredita si el fallecido otorgó o no testamento. Si lo hubiera hecho nos indicará la fecha y notario donde lo realizó. Si hubiera otorgado varios testamentos, aparecerán en el certificado, pudiendo obtener copia del último realizado, a no ser que éste hiciera referencia a alguno anterior. Podrán pedir copia del testamento al notario aquellas personas que tuvieran interés en la herencia (dicho interés lo determina el notario custodio del testamento).
Las prestaciones económicas que se pueden solicitar dependen de la situación del fallecido (en activo, jubilado, de baja…) y se solicitan ante el organismo correspondiente dependiendo de su situación de alta (Seguridad Social, Clases pasivas, Muface, etc.).
Los trámites dependen de si el fallecido hizo o no testamento y de los bienes que tuviera a su fallecimiento.
Si no hizo testamento hay que realizar una declaración de herederos (notarial para parientes en línea recta ó judicial para colaterales) para determinar los herederos legales. Se necesitará documentación acreditativa de la relación familiar, estado civil y demás circunstancias del fallecido y de sus posibles herederos. Además se precisa la testifical de 2 testigos (no familiares directos) que acrediten las circunstancias alegadas (fallecimiento, estado civil, hijos, residencia, etc.)
Una vez hecha la declaración de herederos o obtenida la copia del testamento hay que realizar un documento público o privado de reparto de la herencia, con el inventario de los bienes. Las posibilidades de reparto son muchas, cuando haya acuerdo entre los herederos. Si no lo hubiera hay procedimientos judiciales para llevar a cabo la partición de herencia.
Principalmente son 2:
1.- El impuesto de sucesiones ante la Junta de la Autonomía de residencia del difunto (hay excepciones), o si son herederos residentes en el extranjero ante la Agencia Tributaria.
Cada Comunidad Autónoma o la agencia estatal establecen diferentes bonificaciones y deducciones dependiendo del grado de parentesco de los herederos con el causante. Además hay otras deducciones por circunstancias personales o de los bienes heredados.
2.- El impuesto de incremento de valor de terrenos (conocido como plusvalía), es un impuesto municipal (no todos los ayuntamientos lo tienen establecido) que grava el incremento del valor del terreno de bienes urbanos heredados. Se calcula en base al IBI (contribución). La cuantía depende del inmueble y su situación, fijada por el valor del suelo y el número de años que el fallecido tuviera en posesión el bien.