Recoger los objetos personales de un ser querido fallecido es una tarea dolorosa por cuanto el sentimiento de pérdida y ausencia se ve aumentado al evocar muchos recuerdos referidos a la vida en común.
La retirada de objetos no tiene que hacerse en un plazo determinado sino que será el propio doliente el que decida cuando se siente con fuerzas para afrontar esa tarea.
No es oportuno hacerlo en los momentos inmediatos al fallecimiento porque al doliente le agrava significativamente su sufrimiento y se pierde así la oportunidad de hacerlo en otro momento de mayor tranquilidad y lucidez de manera que ese acto, el acto de recogida de los objetos personales, se integre como uno más en el proceso de duelo que se está viviendo.
No obstante, si el doliente quiere, de forma decidida, recoger cuanto antes dichos objetos no hay que oponerse por cuanto le corresponde al mismo decidir en qué momento hacerlo en función de sus circunstancias.
La compañía de un familiar o de otra persona especialmente cercana en esos momentos de recogida es muy aconsejable porque permite ir relatando, narrando, los sentimientos vinculados a los diferentes objetos, prendas de ropa y enseres y así se permite que las emociones se expresen y se alivien.
También es oportuno el quedarse con algún objeto, prenda de ropa o enser, que tenga un especial significado o evoque una situación o un recuerdo de particular valor para el doliente.
Seleccionar y quedarse con algún objeto personal de esta naturaleza alivia la recogida de todos los demás por cuanto se otorga valor a aquello verdaderamente especial y se asume con mayor serenidad la recogida y entrega de todo aquello que, perteneciendo al fallecido, es prescindible.